''En la comunidad eclesial la fe personal
crece y madura''
Catequesis del Benedicto XVI por el Año de la
Fe
En continuación
con su catequesis por el Año de la Fe, el santo padre Benedicto XVI abordó un
tema de vital importancia: “La fe de la Iglesia”, refiriéndose a que si el
cristiano nace a la fe dentro de esta, también allí podrá crecer y madurar con
la comunidad.
En su acostumbrado
estilo didáctico, el papa se preguntó con los oyentes: ¿La fe tiene solo un
carácter personal, individual? ¿Solo me interesa a mí como persona? ¿Vivo mi fe
yo solo? Las respuestas a estas preguntas fueron desarrolladas ampliamente
durante el transcurso de su enseñanza semanal, a la que llegaron miles de
fieles que abarrotaron la Plaza de San Pedro en el Vaticano.
Sobre lo primero,
dijo que si bien el acto de fe es un acto personal, esta “no es el resultado de
mi reflexión solitaria, no es el producto de mi pensamiento, sino que es el
resultado de una relación (...) es el comunicarse con Jesús, el que me hace
salir de mi "yo", encerrado en mí mismo, para abrirme al amor de Dios
Padre”.
Y como producto de
este abrirse a la trascendencia de Dios, el santo padre aseguró que el
cristiano está unido a todos aquellos que van por el mismo camino. Y es con los
demás, durante toda la vida, que se construye la fe personal, porque “la fe me
ha sido dada por Dios a través de una comunidad de creyentes que es la Iglesia,
y por lo tanto me inserta en la multitud de creyentes, en una comunidad que no
solo es sociológica, sino que está enraizada en el amor eterno de Dios (...)
que es Amor trinitario”.
Recordó también
que la fe es personal, sólo si es a la vez comunitaria. “Puede ser ‘mi fe’,
solo si vive y se mueve en el ‘nosotros’ de la Iglesia, solo si es nuestra fe,
nuestra fe común en la única Iglesia”, subrayó.
Creer como acto eclesial
Indicó el sumo
pontífice, que cuando cada domingo se reza el “Credo”, si bien el creyente se
expresa en primera persona, lo que realmente hace es confesar comunitariamente
la única fe de la Iglesia, porque “ese ‘creo’ pronunciado individualmente, se
une al de un inmenso coro en el tiempo y en el espacio, en el que todos
contribuyen, por así decirlo, a una polifonía armoniosa de la fe”. Y recordó
cómo el Catecismo de la Iglesia Católica resume de forma clara que creer “es un
acto eclesial, (y) la fe de la Iglesia precede, engendra, conduce y alimenta
nuestra fe” (cf. CIC n. 181).
Y ha sido a través
de la historia, desde el origen del cristianismo con Pentecostés y con aquel
famoso discurso de Pedro que convirtió a tantas personas, cómo la Iglesia se
fue convirtiendo en depositaria de dicha fe, y es la que interpreta el mensaje
salvífico. Pero sobre todo es la que anuncia el misterio pascual de Jesucristo
y lleva a los hombres hacia Dios, con el mismo método de llamado a la
conversión predicado ayer y hoy.
En esta Iglesia,
enseña Benedicto XVI, “estamos inmersos en comunión con los demás hermanos y
hermanas en la fe, con todo el Cuerpo de Cristo, sacándonos fuera de nuestro
aislamiento”. “Fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no
aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un
pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente”.
Y fue muy oportuno
en recordar cómo, en el rito del Bautismo, cuando concluyen las promesas y se
expresa la renuncia al mal, el celebrante dice con toda autoridad: “Esta es
nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar en Cristo
Jesús Nuestro Señor”.
Depósito y maestra de la tradición
Quiso destacar
también el santo padre, cómo en la vida de la Iglesia hay una cadena
ininterrumpida de proclamación de la Palabra de Dios y de la celebración de los
sacramentos, que al llegar hasta nosotros “conservada y transmitida fielmente”,
se ha convertido en la Tradición de la Iglesia. Esta --en sus palabras--, “nos
da la seguridad de que lo que creemos es el mensaje original de Cristo,
predicado por los Apóstoles (cuyo) núcleo del anuncio primordial es el
acontecimiento de la Muerte y Resurrección del Señor, de donde brota toda la
herencia de la fe”.
Como se recuerda,
la última pregunta del Papa en su introducción a esta Catequesis fue “¿Vivo mi
fe yo solo?”. A esto responde él mismo que “es en la comunidad eclesial donde
la fe personal crece y madura”. Por eso hizo ver a los presentes --que lo
escuchaban con una atención expectante, buscando respuestas--, cómo el Nuevo
Testamento llama “santos” a los cristianos como un todo, pero no en referencia
a que todos tenían las cualidades para ser declarados santos por la Iglesia,
sino que “los que tenían y habían vivido la fe en Cristo resucitado, fueron
llamados a convertirse en un punto de referencia para todos los demás,
poniéndolos así en contacto con la Persona y con el Mensaje de Jesús, que
revela el rostro del Dios vivo”.
Ante esto, invitó
a los cristianos “a dejarse guiar y formar poco a poco por la fe de la
Iglesia”, la cual, a pesar de ser limitada por sus debilidades y sus
dificultades, sigue siendo “una ventana abierta a la luz del Dios vivo, que
recibe esta luz y la transmite al mundo”. Con esta inyección de optimismo y
motivando a llevar esa fe a los demás, dio un impulso a su llamado cuando citó
al beato Juan Pablo II en el numeral 2 de la encíclica Redemptoris Missio
que contiene aquella frase memorable: “¡La fe se fortalece dándola!”
Advirtió finalmente que las tendencias actuales
quieren relegar la fe al ámbito privado, contradiciendo por tanto su propia
naturaleza. Por lo que invocó a los cristianos a vivir su fe en la Iglesia,
para “experimentar los dones de Dios, como son su Palabra, los sacramentos, el
sostenimiento de la gracia y el testimonio del amor”. Esto, en ideas del Papa,
permitirá responder con amor a un mundo que, por su individualismo, regula y
hace frágiles las relaciones entre las personas.
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