miércoles, 31 de octubre de 2012

CATEQUESIS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

 
''En la comunidad eclesial la fe personal crece y madura''
 
Catequesis del Benedicto XVI por el Año de la Fe
 
En continuación con su catequesis por el Año de la Fe, el santo padre Benedicto XVI abordó un tema de vital importancia: “La fe de la Iglesia”, refiriéndose a que si el cristiano nace a la fe dentro de esta, también allí podrá crecer y madurar con la comunidad.
En su acostumbrado estilo didáctico, el papa se preguntó con los oyentes: ¿La fe tiene solo un carácter personal, individual? ¿Solo me interesa a mí como persona? ¿Vivo mi fe yo solo? Las respuestas a estas preguntas fueron desarrolladas ampliamente durante el transcurso de su enseñanza semanal, a la que llegaron miles de fieles que abarrotaron la Plaza de San Pedro en el Vaticano.  
Sobre lo primero, dijo que si bien el acto de fe es un acto personal, esta “no es el resultado de mi reflexión solitaria, no es el producto de mi pensamiento, sino que es el resultado de una relación (...) es el comunicarse con Jesús, el que me hace salir de mi "yo", encerrado en mí mismo, para abrirme al amor de Dios Padre”.
Y como producto de este abrirse a la trascendencia de Dios, el santo padre aseguró que el cristiano está unido a todos aquellos que van por el mismo camino. Y es con los demás, durante toda la vida, que se construye la fe personal, porque “la fe me ha sido dada por Dios a través de una comunidad de creyentes que es la Iglesia, y por lo tanto me inserta en la multitud de creyentes, en una comunidad que no solo es sociológica, sino que está enraizada en el amor eterno de Dios (...) que es Amor trinitario”.
Recordó también que la fe es personal, sólo si es a la vez comunitaria. “Puede ser ‘mi fe’, solo si vive y se mueve en el ‘nosotros’ de la Iglesia, solo si es nuestra fe, nuestra fe común en la única Iglesia”, subrayó.
 
Creer como acto eclesial
Indicó el sumo pontífice, que cuando cada domingo se reza el “Credo”, si bien el creyente se expresa en primera persona, lo que realmente hace es confesar comunitariamente la única fe de la Iglesia, porque “ese ‘creo’ pronunciado individualmente, se une al de un inmenso coro en el tiempo y en el espacio, en el que todos contribuyen, por así decirlo, a una polifonía armoniosa de la fe”. Y recordó cómo el Catecismo de la Iglesia Católica resume de forma clara que creer “es un acto eclesial, (y) la fe de la Iglesia precede, engendra, conduce y alimenta nuestra fe” (cf. CIC n. 181).
Y ha sido a través de la historia, desde el origen del cristianismo con Pentecostés y con aquel famoso discurso de Pedro que convirtió a tantas personas, cómo la Iglesia se fue convirtiendo en depositaria de dicha fe, y es la que interpreta el mensaje salvífico. Pero sobre todo es la que anuncia el misterio pascual de Jesucristo y lleva a los hombres hacia Dios, con el mismo método de llamado a la conversión predicado ayer y hoy.
En esta Iglesia, enseña Benedicto XVI, “estamos inmersos en comunión con los demás hermanos y hermanas en la fe, con todo el Cuerpo de Cristo, sacándonos fuera de nuestro aislamiento”. “Fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente”.
Y fue muy oportuno en recordar cómo, en el rito del Bautismo, cuando concluyen las promesas y se expresa la renuncia al mal, el celebrante dice con toda autoridad: “Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús Nuestro Señor”.
 
Depósito y maestra de la tradición
Quiso destacar también el santo padre, cómo en la vida de la Iglesia hay una cadena ininterrumpida de proclamación de la Palabra de Dios y de la celebración de los sacramentos, que al llegar hasta nosotros “conservada y transmitida fielmente”, se ha convertido en la Tradición de la Iglesia. Esta --en sus palabras--, “nos da la seguridad de que lo que creemos es el mensaje original de Cristo, predicado por los Apóstoles (cuyo) núcleo del anuncio primordial es el acontecimiento de la Muerte y Resurrección del Señor, de donde brota toda la herencia de la fe”.
Como se recuerda, la última pregunta del Papa en su introducción a esta Catequesis fue “¿Vivo mi fe yo solo?”. A esto responde él mismo que “es en la comunidad eclesial donde la fe personal crece y madura”. Por eso hizo ver a los presentes --que lo escuchaban con una atención expectante, buscando respuestas--, cómo el Nuevo Testamento llama “santos” a los cristianos como un todo, pero no en referencia a que todos tenían las cualidades para ser declarados santos por la Iglesia, sino que “los que tenían y habían vivido la fe en Cristo resucitado, fueron llamados a convertirse en un punto de referencia para todos los demás, poniéndolos así en contacto con la Persona y con el Mensaje de Jesús, que revela el rostro del Dios vivo”.
Ante esto, invitó a los cristianos “a dejarse guiar y formar poco a poco por la fe de la Iglesia”, la cual, a pesar de ser limitada por sus debilidades y sus dificultades, sigue siendo “una ventana abierta a la luz del Dios vivo, que recibe esta luz y la transmite al mundo”. Con esta inyección de optimismo y motivando a llevar esa fe a los demás, dio un impulso a su llamado cuando citó al beato Juan Pablo II en el numeral 2 de la encíclica Redemptoris Missio que contiene aquella frase memorable: “¡La fe se fortalece dándola!”
Advirtió finalmente que las tendencias actuales quieren relegar la fe al ámbito privado, contradiciendo por tanto su propia naturaleza. Por lo que invocó a los cristianos a vivir su fe en la Iglesia, para “experimentar los dones de Dios, como son su Palabra, los sacramentos, el sostenimiento de la gracia y el testimonio del amor”. Esto, en ideas del Papa, permitirá responder con amor a un mundo que, por su individualismo, regula y hace frágiles las relaciones entre las personas.
 

sábado, 27 de octubre de 2012

FE: CREER EN JESUCRISTO

En este año de la fe, presentaré unas catequesis, espero que les ayude, esta es la segunda, lleva como título: "Fe, Creer en Jesucristo".

                                              FE, CREER EN JESUCRISTO 

OBJETIVO:
            Comprender que la fe es un don de Dios, que nos ayuda a creer en Jesucristo, Hijo único de Dios, que se ha hecho hombre en el vientre purísimo de Santa María, y que ha venido al mundo para salvarnos y hacernos hijos adoptivos de Dios.
TEXTO BIBLICO
            “Pero cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su propio Hijo, nacido bajo el dominio de la ley, para liberarnos del dominio de la ley y hacer que recibiéramos la condición de hijos adoptivos de Dios” (Gál 4,4-5).
ILUMINACIÓN
            Este texto de la Sagrada Escritura, nos hace comprender que Jesucristo es el acontecimiento último al que convergen todos los acontecimientos de la historia de la salvación. Es la Palabra Única, perfecta y definitiva del Padre.
            Por su revelación, «Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía» (DV 2). La respuesta adecuada a esta invitación es la fe. (CEC 142)
Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que revela (cf. DV 5). La sagrada Escritura llama «obediencia de la fe» a esta respuesta del hombre a Dios que revela (cf. Rm 1,5; 16,26). (CEC 143).
LA FE ES ANTE TODO UN DON DE DIOS
La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por Él, veamos el ejemplo que nos presenta la Sagrada Escritura, en San Mateo, Después de la confesión de fe que hace Simón, el Señor le dice: “Dichoso tú Simón hijo de Juan, porque eso que has dicho, no te lo ha revelado ningún hombre, sino, mi Padre del Cielo” (cfr. Mt 16,18).
Todos nosotros los bautizados, hemos recibido este don de Dios, por lo tanto tenemos que tener la firme convicción que si creemos en Dios, y creemos en toda la Revelación, eso es fruto de un regalo que hemos recibido del mismo Dios, eso debe motivarnos a creer por convicción, no por sentimiento.
La fe es un conocimiento: nos hace conocer verdades naturales y sobrenaturales. Es maravilloso descubrir que es Dios siempre el que sale al encuentro del hombre y le hace conocer sus misterios. En la historia de la salvación descubrimos esa cercanía de Dios y esa revelación progresiva que hace de todas las verdades naturales y sobrenaturales.
La fe es cierta, más cierta que todo conocimiento humano, porque se funda en la Palabra misma de Dios, que no puede engañarse ni engañarnos» (Catecismo, 157).
Dios que es fiel a su Palabra nos invita siempre a conocerle, de hecho, El mismo ha implantado en el corazón del hombre, el deseo de conocerle, se puede decir que por naturaleza el hombre está llamado a buscar a su creador. 
La inteligencia ayuda a profundizar en la fe. «Es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor a Aquel en quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado; un conocimiento más penetrante suscitará a su vez una fe mayor, cada vez más encendida de amor» (Catecismo, 158).
CREER EN JESUCRISTO
La fe es una respuesta personal al amor de Dios. Para el cristiano, creer en Dios es inseparablemente creer en Aquel que él ha enviado, «su Hijo amado», en quien ha puesto toda su complacencia (Mc 1,11). Dios nos ha dicho que le escuchemos (cf. Mc 9,7). El Señor mismo dice a sus discípulos: «Creed en Dios, creed también en mí» (Jn 14,1). Podemos creer en Jesucristo porque es Dios, el Verbo hecho carne: «A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado» (Jn 1,18). Porque «ha visto al Padre» (Jn 6,46), él es único en conocerlo y en poderlo revelar (cf. Mt 11,27). CEC 151.
Los Evangelios nos presentan a Jesús Vivo
            En los Evangelios encontramos los episodios más significativos de la vida de Jesús y sus principales enseñanzas. Sin ellos, la memoria de Jesús habría quedado reducida a escasas informaciones de los historiadores de su época. Sin embargo los Evangelios son “experiencias de un encuentro con una persona” que los primeros discípulos van transmitiendo como quien encuentra un tesoro. La Palabra de Jesús y la vida de Jesús es una “Buena Noticia”.
            Para creer en Jesucristo es necesario que lo conozcamos, y para conocerlo es necesario leer los Evangelios, dice san Jerónimo “el que desconoce las escrituras, desconoce a Dios” y lo mismo podemos decir de Los Evangelios “el que desconoce los Evangelios, desconoce a Jesucristo”.
            Por esa razón te presento a continuación el tema central de cada Evangelio.
Evangelio de San Marcos
            Fue el primero que escribió quizá entre los años 60 d.C. y es el Evangelio más corto de los cuatro, apenas tiene 16 capítulos. Los destinatarios del Evangelio son, en su mayoría no judíos, a quienes San Marcos tiene que explicar expresiones y costumbres judías  (Mc 5,41; 7,3).
            El tema central del Evangelio es la identidad de Jesús: Jesús es el Mesías (Mc 1,14-8,30) es el Mesías sufriente e Hijo de Dios (Mc 8,31- 16,8).
Evangelio de San Mateo
            San Mateo responde a la situación que vivía su comunidad (Judío-cristianos) mostrando que Jesús es el Mesías, explicando que la Iglesia ha heredado la misión de Israel y ahora es el nuevo pueblo elegido de Dios, donde se hace presente el reino de Dios e invitando a los cristianos a vivir las enseñanzas de Jesús.
            Su Evangelio  centra la atención en: La presentación del Mesías como Hijo de Dios (Mt 1, 14-16); en el anuncio del reino de los cielos (Mt 4,17-16,29); la invitación a los discípulos al seguimiento del Mesías sufriente (Mt 16,21-18,20).
Evangelio de San Lucas
            San Lucas hace primeramente una presentación de Jesús como el Salvador, el Mesías, el Señor, el Hijo de Dios, lleno del Espíritu Santo (Lc 1,5-4,13), luego narra la actividad de Jesús en Galilea (Lc 4, 14- 9,50), el viaje a Jerusalén (Lc 9,51-19,28), la actividad de Jesús en Jerusalén para finalizar con la Pasión y Resurrección de Jesús (Lc 22,1-24).
Evangelio de San Juan
            El cuarto Evangelio, el de San Juan, fue escrito a finales del siglo primero. Se distingue de los otros tres, narrando milagros muy importantes que no se encuentran en aquellos, como el del agua convertida en vino en Caná (Jn 2,1-12) y la resurrección de Lázaro (Juan 11,1-44). Además narra largos discursos, como el que sigue a la multiplicación de los panes, se nota una Cristología mucho más desarrollada, insistiendo sobre la divinidad de Jesús.
            El Evangelio de Juan es una respuesta a la situación que vive su comunidad: a la polémica sobre la humanidad y divinidad de Jesús, el evangelista responde profundizando en el misterio de su Encarnación y de su muerte. Ante la tentación de huir del mundo, exhorta a los discípulos para que afiancen su fe en Jesús y unidos a El salgan al  mundo para dar testimonio de la verdad.
            La finalidad del cuarto Evangelio está expresada claramente al final del Capítulo 20: “Jesús hizo en presencia de sus discípulos muchos más signos de los que han sido narrados en este libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengan en El vida eterna.
ACTUEMOS
            Nos comprometemos a celebrar nuestra fe, cantando “Tu Palabra me da Vida”
            Nos comprometemos a leer Lc 4,16-22
            Nos comprometemos a creer firmemente en Jesús el enviado del Padre, el Mesías salvador.
COMPROMISO                                    
            Procura leer cada día un capítulo de los Evangelios, siguiendo los cinco pasos de la Lectio Divina. (Leer, Meditar, Orar, Contemplar y Actuar).

viernes, 26 de octubre de 2012

LA REVELACIÓN DE DIOS

Queridos amigos, esta es la primera de las catequesis que deseo publicar en este año de la fe, esperando que les ayude para la vida espiritual, estas catequesis serán las que se trabajarán como preparación para el COMGUA, que se celebrará en la diócesis de Sololá-Chimaltenango, en el año 2014. Encontrarán catequesis como: La Revelación de Dios, Fe: Creer en Jesucristo, el Baustismo y la misión, la fe se fortalece dándola, la Iglesia anuncia la fe, la inculturación del Evangelio, la dimensión social y la fe y Guatemala y la misión.
LA REVELACIÓN DE DIOS

OBJETIVO:

            Comprender que Dios se ha revelado en la historia, que nos ha revelado su plan de salvación, y que ese plan de salvación se ha ido desarrollando gradualmente hasta llegar a su plenitud en Jesucristo.

 

TEXTOBIBLICO

            “Muchas veces y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros antepasados por medio de los profetas, ahora en este momento final nos ha hablado por medio del Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo también el universo” (Hb 1, 1-2).

 

ILUMINACIÓN

            Este texto de la Sagrada Escritura, la carta a los Hebreos, expresa claramente el amor de Dios para con el hombre, creado a imagen y semejanza suya, (Gen 1,26), razón por la cual el hombre va a ser capaz de entrar en comunicación con Dios,  teniendo claro que siempre es Dios quien toma la iniciativa, Dios sale al encuentro del hombre y le habla,  y aún después del pecado original, Dios no lo abandona a su suerte, sino que promete un salvador, (Gn 3,15),  para lo cual llama a Abrahán, de Ur de los caldeos, la tierra de su padre y de sus parientes, y lo manda Dios a una tierra que  él le indicará (Gn 12,1) hace una alianza con él, (Gn 12, 2-3), ratificará su alianza con Isaac, Jacob, formará un pueblo, el de Israel y será su pueblo, con Moisés, los librará de la Esclavitud de Egipto y a éste le dará a conocer su nombre (Ex 3,14), Dios nunca abandonó a su pueblo siempre les habló  por medio de los profetas, hasta que llega la Plenitud de los tiempos (Gal 4,4) en la cual  el Hijo de Dios, la Segunda Persona  de la Santísima Trinidad, se hizo hombre y nació de Santa María Virgen, quien manifestará con su Obediencia que Dios es fiel a sus palabras y salvará a la humanidad.
LA REVELACIÓN DE DIOS AL HOMBRE
Dios, en su bondad y sabiduría, se revela al hombre. Por medio de acontecimientos y palabras, se revela a sí mismo y el designio de benevolencia que él mismo ha preestablecido desde la eternidad en Cristo en favor de los hombres. Este designio consiste en hacer partícipes de la vida divina a todos los hombres, mediante la gracia del Espíritu Santo, para hacer de ellos hijos adoptivos en su Hijo Unigénito. (Catecismo de la Iglesia Católica # 50-53 y 68-69).
Dios ha querido libremente darse a conocer a los hombres para que nosotros podamos conocerlo y, al mismo tiempo conocer su voluntad. Gracias a esta realidad, podemos saber que Dios nos ama y podemos amarlo también, pues al darnos la posibilidad de conocerle, nos hace capaces de responderle con amor, pues no podríamos amarle si no le conociéramos pero, ahora que lo conocemos por lo que él mismo nos ha dicho, sí podemos amarlo.
¿Cuáles son las primeras etapas de la Revelación de Dios?
Desde el principio, Dios se manifiesta a Adán y Eva, nuestros primeros padres, y les invita a una íntima comunión con Él. Después de la caída, Dios no interrumpe su revelación, y les promete la salvación para toda su descendencia. Después del diluvio, establece con Noé una alianza que abraza a todos los seres vivientes. (Catecismo de la Iglesia Católica # 54-58 y 70-71)
¿Cuáles son las sucesivas etapas de la Revelación de Dios?
Dios escogió a Abram llamándolo a abandonar su tierra para hacer de él «el padre de una multitud de naciones» (Gn 17, 5), y prometiéndole bendecir en él a «todas las naciones de la tierra» (Gn 12,3). Los descendientes de Abraham serán los depositarios de las promesas divinas hechas a los patriarcas. Dios forma a Israel como su pueblo elegido, salvándolo de la esclavitud de Egipto, establece con él la Alianza del Sinaí, y le da su Ley por medio de Moisés. Los Profetas anuncian una radical redención del pueblo y una salvación que abrazará a todas las naciones en una Alianza nueva y eterna. Del pueblo de Israel, de la estirpe del rey David, nacerá el Mesías: Jesús.
 ¿Cuál es la plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios?
La plena y definitiva etapa de la Revelación de Dios es la que Él mismo llevó a cabo en su Verbo encarnado, Jesucristo, mediador y plenitud de la Revelación. En cuanto Hijo Unigénito de Dios hecho hombre, Él es la Palabra perfecta y definitiva del Padre. Con la venida del Hijo y el don del Espíritu, la Revelación ya se ha cumplido plenamente, aunque la fe de la Iglesia deberá comprender gradualmente todo su alcance a lo largo de los siglos. (Catecismo de la Iglesia Católica # 54)
La Interpretación de la Revelación
            Dios quiere que lo que ha revelado se conserve íntegramente para que llegue a todos los hombres (Cfr. 2 Tim. 1,13-14). Los apóstoles recibieron las enseñanzas de Jesucristo y se las dieron a la Iglesia en la que nombraron sucesores, los obispos, para que cuidaran que no se cambiara nada o no se entendiera mal lo que Jesucristo había enseñado.
            La Palabra de Dios se encuentra en la Sagrada Escritura y en la Tradición. El Magisterio que son los Obispos junto con el Papa, son los encargados de interpretar correctamente la Revelación para que todos podamos conocer la verdad sin equivocarnos.
            El Magisterio está al servicio de la Palabra de Dios para cuidarla y transmitirla sin cambios. Para esto cuenta con la asistencia del Espíritu Santo. Nosotros los fieles católicos, recordando las palabras de Jesús a sus apóstoles: “Quien los escucha a ustedes, a mí me escucha” (Lc 10,16), recibimos las enseñanzas de nuestros pastores porque reconocemos en ellos a los encargados de cuidar y transmitir la Revelación.
            Para que la transmisión de la Revelación se realice según el plan de Dios, sin alteraciones ni malos entendidos, debemos siempre tener en cuenta la Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio porque juntos, son el medio por el que Dios nos sigue mostrando el camino para nuestra salvación.
ACTUEMOS
            Nos comprometemos a escuchar atentamente la voz del Espíritu que habla en la Iglesia hoy.
            Nos comprometemos a estar atentos a la voz del Papa, de nuestro Obispo y de nuestros sacerdotes, interpretes del Evangelio para regir nuestra vida.
            Nos comprometemos a respetar y cuidar todo lo que nos ha sido revelado y transmitirlo a nuestros contemporáneos con gusto y esmero.
            ¿A qué más te puedes comprometer tú?

COMPROMISO
            Lee la transmisión de la Revelación Divina: Dei Verbum 7-10

miércoles, 24 de octubre de 2012

EL PAPA EXPLICA ¿QUE ES LA FE?


VATICANO, 24 Oct. 12  Siguiendo el ciclo de catequesis que anunció el miércoles pasado en ocasión del Año de la Fe, el Papa Benedicto XVI dedicó la audiencia general de esta mañana a responder a la pregunta: ¿Qué es la fe?

Ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro que aún está con las imágenes de los 7 nuevos santos que canonizó el domingo, el Santo Padre dijo que "hoy quisiera reflexionar con ustedes sobre lo elemental: ¿qué es la fe? ¿Tiene sentido la fe en un mundo donde la ciencia y la tecnología han abierto nuevos horizontes hasta hace poco impensables? ¿Qué significa creer hoy en día?"

"En efecto, en nuestro tiempo es necesaria una educación renovada en la fe, que abarque por cierto el conocimiento de sus verdades y de los acontecimientos de la salvación, pero que, en primer lugar, nazca de un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo, de amarlo, de confiar en Él, de modo que abrace toda nuestra vida".

Ante diversos desafíos que presenta el mundo actual y que generan una especie de "desierto espiritual", continuó el Papa, y a pesar de los avances de la ciencia, "el hombre de hoy no parece ser verdaderamente más libre, más humano, permanecen todavía muchas formas de explotación, de manipulación, de violencia, de opresión, de injusticia".

Sumado a esto está la tendencia de creer sólo en aquello que se puede ver y tocar. Sin embargo hay quienes, pese a la desorientación, intentan ir más allá para responder a preguntas fundamentales como "¿qué sentido tiene vivir? ¿Hay un futuro para el hombre, para nosotros y para las generaciones futuras? ¿En qué dirección orientar las decisiones de nuestra libertad para lograr en la vida un resultado bueno y feliz? ¿Qué nos espera más allá del umbral de la muerte?"

El Papa resaltó que "necesitamos no sólo el pan material, necesitamos amor, sentido y esperanza, un fundamento seguro, un terreno sólido que nos ayude a vivir con un sentido auténtico, incluso en la crisis, en la oscuridad, en las dificultades y problemas cotidianos".

"La fe nos da precisamente esto: en una confiada entrega a un ‘Tú’, que es Dios, el cual me da una certeza diferente, pero no menos sólida que la que proviene del cálculo exacto o de la ciencia".

La fe, prosiguió el Santo Padre "no es un mero asentimiento intelectual del hombre a las verdades particulares sobre Dios, es un acto con el cual me entrego libremente a un Dios que es Padre y me ama, es adhesión a un ‘Tú’ que me da esperanza y confianza".

"Ciertamente, esta unión con Dios no carece de contenido: con ella, sabemos que Dios se ha revelado a nosotros en Cristo, que hizo ver su rostro y se acercó realmente a cada uno de nosotros. Aún más, Dios ha revelado que su amor al hombre, a cada uno de nosotros es sin medida: en la Cruz, Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre nos muestra, en la forma más luminosa, hasta dónde llega este amor, hasta darse a sí mismo hasta el sacrificio total".

Benedicto XVI explicó que "con el misterio de la muerte y resurrección de Cristo, Dios desciende hasta el fondo de nuestra humanidad, para volverla a llevar hacia Él, para elevarla hasta que alcance su altura. La fe es creer en este amor de Dios, que nunca falla ante la maldad de los hombres, ante el mal y la muerte, sino que es capaz de transformar todas las formas de esclavitud, brindando la posibilidad de la salvación".

Tras recordar que "debemos ser capaces de proclamar y anunciar esta certeza liberadora y tranquilizadora de la fe, con palabras y con nuestras acciones para mostrarla con nuestra vida como cristianos", el Papa remarcó que "el rechazo, por lo tanto, no nos debe desalentar".

"Como cristianos, somos testigos de este suelo fértil, nuestra fe, incluso dentro de nuestros límites, demuestra que hay buena tierra, donde la semilla de la Palabra de Dios produce frutos abundantes de justicia, paz y amor, de nueva humanidad, de salvación. Y toda la historia de la Iglesia, con todos los problemas, demuestra también que existe la tierra buena, existe la semilla buena que da fruto".

Luego de subrayar que la fe es ante todo "un don sobrenatural, un don de Dios", el Santo Padre dijo que la base de este camino de fe "es el bautismo, el sacramento que nos da el Espíritu Santo, que nos hace hijos de Dios en Cristo, y marca la entrada en la comunidad de fe, en la Iglesia: no se cree, sin prevenir la gracia del Espíritu; y no creemos solos, sino junto con los hermanos. A partir del Bautismo cada creyente está llamado a re-vivir y hacer su propia confesión de fe, junto con sus hermanos".

El Papa indicó además que si bien "la fe es un don de Dios, pero también es un acto profundamente humano y libre. El Catecismo de la Iglesia Católica lo dice claramente: ‘Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre’".

Para concluir, el Santo Padre dijo que "nuestro tiempo requiere cristianos que han sido aferrados por Cristo, que crezcan en la fe a través de la familiaridad con las Sagradas Escrituras y los Sacramentos. Personas que sean casi como un libro abierto que narra la experiencia de la vida nueva en el Espíritu, la presencia del Dios que nos sostiene en el camino y nos abre a la vida que no tendrá fin. Gracias".

 

 

Decálogo de la Carta Apostólica de Juan Pablo II “Dies Domini” sobre la eucaristía y el domingo

 

 

El Domingo nos recuerda la resurrección del Señor

I.- El domingo se celebra la victoria del Cristo

El DÍA DEL SEÑOR -como ha sido llamado el domingo desde los tiempos apostólicos- ha tenido siempre, en la historia de la Iglesia, una consideración privilegiada por su estrecha relación con el núcleo mismo del misterio cristiano.

En efecto, el domingo recuerda, en la sucesión semanal del tiempo, el día de la resurrección de Cristo. Es la Pascua de la semana, en la que se celebra la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, la realización en él de la primera creación y el inicio de la “nueva creación”. Es el día de la evocación adoradora y agradecida del primer día del mundo y a la vez la prefiguración, en la esperanza activa, del “último día”, cuando cristo vendrá en su gloria y “hará un nuevo mundo”…

II.- No convertir el domingo en “fin de semana”

Se ha consolidado ampliamente la práctica de “fin de semana”, entendido como tiempo semanal de reposo, vivido a veces lejos de la vivencia habitual, y caracterizado a menudo por la participación en actividades culturales, políticas y deportivas, cuyo desarrollo coincide en general precisamente con los días festivos.

A los discípulos de Cristo se pide que no confundan la celebración del domingo, que debe ser una verdadera santificación del día del Señor, con el “fin de semana”, entendido fundamentalmente como tiempo de mero descanso y diversión.

III.- El domingo Día de fe y de la esperanza

El domingo es por excelencia el día de la fe. En la asamblea dominical, los creyentes se sienten interpelados como el apóstol Tomás: “Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y nos seas incrédulo sino creyente”. Sí, el domingo es el día de la fe. Lo subraya el hecho de que la liturgia eucarística dominical, así como la de las solemnidades litúrgicas, prevé la profesión de fe, el “Credo”.

Si el domingo es el día de la fe, no es menos el día de la esperanza cristiana. En efecto, la participación en la “cena del Señor” es anticipación del banquete escatológico por las “bodas del Cordero”. Al celebrar el memorial de Cristo, que resucitó y ascendió al cielo, la comunidad cristiana está a la espera de la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo”.

IV.- La Misa dominical

La Misa es la viva actualización del sacrificio de la Cruz. Bajo las especies de pan y vino, sobre las que se ha invocado la efusión del Espíritu Santo, que actúa con una eficacia del todo singular en las palabras de la consagración, Cristo se ofrece al Padre con el mismo gesto de inmolación con que se ofreció en la cruz. “En este divino sacrificio, que se realiza en la Misa, este mismo Cristo, que se ofreció a sí mismo una vez y de manera cruenta sobre el altar de la cruz, es contenido e inmolado de manera incruenta”.

La Iglesia recomienda a los fieles comulgar cuando participan en la Eucaristía, con la condición de que estén en las debidas disposiciones y, si fueran conscientes de pecados graves, que hayan recibido el perdón de Dios mediante el Sacramento de la reconciliación.

V.- Obligación de ir a Misa y La Misa por Radio y Televisión

El Código actual dice que “el domingo y las demás fiestas de precepto los fieles tienen obligación de participar en la Misa”. Esta ley se ha entendido normalmente como una obligación grave.

Los pastores recordarán a los fieles que, al ausentarse de su residencia habitual en domingo, deben preocuparse por participar en la Misa donde se encuentren.

En muchos países, la televisión y la radio ofrecen la posibilidad de unirse a una celebración eucarística. Obviamente, este tipo de transmisiones no permite de por sí satisfacer el precepto dominical, pero para quienes se ven impedidos de participar en la Eucaristía y están por tanto excusados de cumplir el precepto, la transmisión televisiva o radiofónica es una preciosa ayuda.

VI.- Día de la alegría

El domingo, eco semanal de la primera experiencia del Resucitado, debe llevar el signo de la alegría con la que los discípulos acogieron al Maestro: “Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”.

Ciertamente, la alegría cristiana debe caracterizar toda la vida, y no sólo un día de la semana. Pero el domingo, por su significado como día del Señor resucitado, en el cual se celebra la obra divina de la creación y de la “nueva creación”, es día de alegría por un título especial, más aún, un día propicio para educarse en la alegría, descubriendo sus rasgos auténticos.

 

 

VII.- El descanso es una cosa sagrada

La alternativa entre trabajo y descanso, propia de la naturaleza humana, es querida por Dios mismo, como se deduce del pasaje de la creación en el Libro del Génesis: el descanso es una cosa “sagrada”, siendo para el hombre la condición para liberarse de la serie, a veces excesivamente absorbente, de los compromisos terrenos y tomar conciencia de que todo es obra de Dios.

Día de paz del hombre con Dios, consigo mismo y con sus semejantes, el domingo es también un momento en el que el hombre es invitado a dar una mirada regenerada sobre las maravillas de la naturaleza.

VIII.- El domingo, escuela de caridad

No sólo la Eucaristía dominical sino todo el domingo se convierte en una gran escuela de caridad, de justicia y de paz. La presencia del Resucitado en medio de los suyos se convierte en proyecto de solidaridad, urgencia de renovación interior, dirigida a cambiar las estructuras de pecado en las que los individuos, las comunidades, y a veces pueblos enteros, están sumergidos.

IX.- El domingo nos revela el sentido del tiempo

Al ser el domingo la Pascua semanal, en la que se recuerda y se hace presente el día en el cual Cristo resucitó de entre los muertos, es también el día que revela el sentido del tiempo. El domingo, brotando de la Resurrección, atraviesa los tiempos del hombre, los meses, los años, los siglos como una flecha recta que los penetra orientándolos hacia la segunda venida de Cristo.

X.- El cristiano no puede vivir su de sin participar en la Misa dominical

Es de importancia capital que cada fiel esté convencido de que no puede vivir su fe, con la participación plena de la comunidad cristiana, sin tomar parte regularmente en la asamblea eucarística dominical. Descubierto y vivido así, el domingo es como el alma de los otros días. De domingo en domingo, el pueblo peregrino sigue las huellas de María, y su intercesión materna hace particularmente intensa y eficaz la oración que la Iglesia eleva a la Santísima Trinidad.

 

(Texto adaptado por Jesús de las Heras, sobre un trabajo de Alberto García Ruiz, fundador de “Mensaje del Papa”)

sábado, 20 de octubre de 2012

III ASAMBLEA DIOCESANA DE LA ACCIÓN CATÓLICA

III ASAMBLEA DIOCESANA DE LA ACCIÓN CATÓLICA, DIOCESIS DE SOLOLÁ-CHIMALTENANGO.

 
 
El día de hoy sábado 20 de octubre de 2012, desde las 7:30 am, se reunieron en las instalaciones de la escuela "Justo Rufino Barrios" los líderes de la acción católica de la diócesis, específicamente de las parroquias de Nuestra Señora de la Asunción, Sololá, San Francisco de Asis, Panajachel, Santiago Apóstol, Atitlán, Santa Catalina de Alejandría, Nahualá, Santa Ana, Chimaltenango, San Martín de Tours, San Martín Jilotepeque, San Sebastián, El Tejar, Santos Inocentes, Parramos, San Pedro Apóstol, San Pedro Yepocapa, Nuestra Señora del Pilar, Zaragoza, Santiago Apóstol, Patzicía, San Bernardino, Patzún, San Juan María Vianney, Chipiacul, San Francisco de Asís, Tecpán Guatemala, Santa María de Guadalupe, Xecoxol.
Esta asamblea se celebró dentro del marco del año de la fe, razón por la cual, tuvo como centro el tema de la fe.
Según el programa, la asamblea tuvo tres ponentes: Primero Monseñor Gonzalo de Villa, Obispo de la Diócesis, abordó el tema: La Nueva Evangelización. tema de mucho interés, teniendo en cuenta que el sínodo que se está celebrando, aborda precisamente la Nueva Evangelización para la transmisión de la fe católica.
El siguiente tema, estuvo a cargo del P. Geovanny Pérez, formador del seminario mayor nuestra señora del camino, titulado "la fe juvenil".
El P. Angel Mario Roquel iluminó la tarde con una reseña histórica de la acción católica, en Guatemala.
la tarde de ponencias la clausuró el diácono Santiago Ajú, con el tema: "la importancia de la fe".
Durante la asamblea se ofrecieron además de catequesis, también confesiones.
El centro de la asamblea fue la Eucaristía presidida por nuestro Obispo Monseñor Gonzalo de Villa y concelebrada por los sacerdotes: Pedro Bocel, Angel Mario Roquel, Benigno Ordoñez, Maynor Tagual y Geovanny Pérez, y diaconó Santiago Ajú.
Después de la santa Misa, tuvimos hora santa, un momento solemne para expresar nuestra fe, en Jesus sacramentado.
La actividad continuará el día de mañana desde las 8:00 am iniciando con las palabras de bienvenida, por Monseñor Gonzalo de Villa, para luego iniciar una caminata hacia el estadio Xambá, donde se desarrollá el final de la III asamblea.




domingo, 14 de octubre de 2012

Ricos pobres y pobres ricos
El evangelio del joven que "tenía muchos bienes" comentado por el papa
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 14 octubre 2012 (ZENIT.org).- Benedicto XVI, al comentar el evangelio de la liturgia de hoy, en el Ángelus, ha tratado el tema de la riqueza. Las circusntancias no son lo que impide vivir la vida evangélica sino lo que se hace en ellas. La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de gente rica que ha utilizado sus propios bienes de una manera evangélica, recordó el papa.
"Jesús nos enseña que es muy difícil para un hombre rico entrar en el reino de Dios, pero no imposible", dijo Benedicto XVI. La riqueza, en principio, se interpone en el camino de Jesucristo, que --como escribe el apóstol Pablo--, "siendo rico, por vosotros se hizo pobre, a fin de enriquecerlos con su pobreza".
En realidad, lo importante de este relato es el encuentro con Jesús y la respuesta a su llamada. Al joven que tenía muchos bienes "por un lado le atrae, como a todo el mundo, la plenitud de la vida; y por el otro, acostumbrado a confiar en su propia riqueza, piensa que la vida eterna de alguna manera se puede 'comprar', quizás observando un mandamiento especial", dijo Benedicto XVI.
"Pero Jesús también entiende --añadió el papa- lo que es la debilidad de aquel hombre: es su apego a sus muchas posesiones".
El santo padre citó a san Clemente de Alejandría: "La parábola enseña que los ricos no deben descuidar su salvación, como si estuvieran condenados, ni deben echar por la borda la riqueza ni condenarla como insidiosa y hostil a la vida, sino tienen que aprender de qué modo obtener riqueza y ganarse la vida".
"La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de gente rica que ha utilizado sus propios bienes de una manera evangélica, alcanzando incluso la santidad. Pensemos solo en san Francisco, en santa Isabel de Hungría o en san Carlos Borromeo", dijo Benedicto XVI.
 
Luego, saludó a los peregrinos de lengua española: "La liturgia de la Palabra de este domingo nos pide una adhesión incondicional a la persona de Jesucristo, de modo que, superando el mero cumplimiento externo y formal del precepto divino, seamos capaces de poner nuestro corazón en el Único que da la vida. Que la Santísima Virgen, Sede de la Sabiduría, nos ayude a acoger el don de la fe, para que, abandonados en el amor de Dios, respondamos con generosidad a su llamada", les dijo el papa.

Indulgencia plenaria en el Año de la fe

Desde ya se puede lucrar de los beneficios espirituales

ROMA, sábado 13 octubre 2012 (ZENIT.org).- Como es sabido por todos, el santo padre Benedicto XVI inauguró ya el Año de la fe, el cual será un tiempo excepcional para estudiar, celebrar y hacer nuevos propósitos pastorales-misioneros. El calendario de actividades es amplio y el papa mismo se encontrará con los diversos sectores de la sociedad, del diálogo ecuménico y de la Iglesia católica que peregrina en el mundo.

Durante este periodo --que va del 11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2013--, los creyentes podrán adquirir una “Indulgencia plenaria” de la pena temporal que permanece de sus propios pecados, o hacerlo también a favor de los difuntos. Los enfermos pueden acceder a ella según disposiciones precisas dadas en el Decreto ad hoc de la Penitenciaría Apostólica, que es el ente vaticano encargado de regular la concesión y uso de las indulgencias en la Iglesia.

Como el objetivo es estimular en los creyentes un auténtico deseo de obtenerla, la Penitenciaría ha establecido disposiciones claras a este respecto (ver al final). A fin de explicar algunos conceptos de lo que es una indulgencia y los beneficios para quien esté en capacidad de lucrar de ella, ZENIT conversó con el padre Edward McNamara, LC, experto liturgista y catedrático de su especialidad en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma.

¿En qué le ayuda al católico ganar una indulgencia? ¿Todos necesitamos ganar una?
- Padre McNamara: Es de gran ayuda a todos ganar indulgencias, sea para uno mismo en vista del progreso en la amistad con Dios, sea como acto de caridad sobrenatural hacia las almas en el purgatorio.

¿Cuántas veces se pueden ganar las indulgencias durante el Año de la fe?
- Padre McNamara: La regla general para toda indulgencia plenaria es máximo una al día. El Decreto sobre las indulgencias para el Año de la fe prevé diversas posibilidades. Algunas están relacionadas a la visita de determinados lugares, otros a fechas específicas. La posibilidad de lucrar la indulgencia dependerá de condiciones locales. Por ejemplo, quien vive cerca de un templo designado por el obispo para beneficiarse de la indulgencia, podría ganarlo todos los días. Los que viven más lejos algunas veces al año.

¿Desde qué edad se puede ganar la indulgencia?

- Padre McNamara: Dado que la indulgencia implica la confesión, se puede obtener desde que el niño pueda confesarse, es decir la edad de la razón o alrededor de los siete años de edad.

 

 

¿Cómo pueden ganar la indulgencia los enfermos o discapacitados?

- Padre McNamara: El texto del Decreto indica que pueden ganar la indulgencia los fieles verdaderamente arrepentidos, que por graves motivos no puedan participar en las solemnes celebraciones ni acudir a los lugares designados. Esto incluye a los enfermos, ancianos, encarcelados y otros, quienes pueden participar de alguna celebración del santo padre o del obispo diocesano a través de los medios de comunicación. A esto debe añadirse el rezo del Padre Nuestro o el Credo, y ofrecer los sufrimientos de la propia vida a Dios.

Si se vuelve a caer en pecado mortal, ¿se pierde la indulgencia ganada?
- Padre McNamara: No, Dios no retira sus dones a pesar de nuestra debilidad. Pero no se puede ganar otra indulgencia hasta que no se haya vuelto al estado de gracia.

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¿Cómo obtener –o lucrar, la Indulgencia Plenaria por el Año de la fe?
(Tomado del Decreto de la Penitenciaría Apostólica)

A) Cada vez que participen al menos en tres momentos de predicación durante las sagradas Misiones, o al menos, en tres lecciones sobre los actos del Concilio Vaticano II y sobre los artículos del Catecismo de la Iglesia en cualquier iglesia o lugar idóneo;

B) Cada vez que visiten en peregrinación una basílica papal, una catacumba cristiana o un lugar sagrado designado por el Ordinario del lugar para el Año de la fe (por ejemplo basílicas menores, santuarios marianos o de los apóstoles y patronos) y participen allí en una ceremonia sacra o, al menos, se recojan durante un tiempo en meditación y concluyan con el rezo del Padre nuestro, la Profesión de fe en cualquier forma legítima, las invocaciones a la Virgen María y, según el caso, a los santos apóstoles o patronos.

C) Cada vez, en los días determinados por el Ordinario del lugar para el Año de la fe, que participen en cualquier lugar sagrado en una solemne celebración eucarística o en la liturgia de las horas, añadiendo la Profesión de fe en cualquier forma legítima.

D) Un día, elegido libremente, durante el Año de la fe, para visitar el baptisterio o cualquier otro lugar donde recibieron el sacramento del Bautismo, si renuevan las promesas bautismales de cualquier forma legítima.

Los obispos diocesanos o eparquiales y los que están equiparados a ellos por derecho, en los días oportunos o con ocasión de las celebraciones principales, podrán impartir la Bendición Papal con la Indulgencia plenaria a los fieles que la reciban devotamente.