jueves, 13 de febrero de 2014

EL SACERDOCIO, EUCARISTÍA Y DONACIÓN


EL SACERDOCIO, EUCARISTÍA Y DONACIÓN
La carta a los Hebreos resume así la misión de todo sacerdote: “Porque todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados”.(Hebreos 5,1) El Santo Concilio Vaticano II, dice: “Los presbíteros, tomados de entre los hombres y constituidos en favor de los mismos en las cosas que miran a Dios para ofrecer ofrendas y sacrificios por los pecados, moran con los demás hombres como con hermanos”[1]. El Sacerdote no sólo está llamado a ofrecer el Santo Sacrificio en cada Eucaristía que celebra, sino que como miembro del Cuerpo místico de Cristo debe él mismo “ofrecerse como hostia viva, santa, agradable a Dios” (Rom 12,1). Los sacerdotes están obligados especialmente a adquirir aquella perfección, puesto que, consagrados de una forma nueva a Dios en la recepción del Orden, se constituyen en instrumentos vivos del Sacerdote Eterno para poder proseguir, a través del tiempo, su obra admirable, que reintegró, con divina eficacia, todo el género humano”[2]. 
Cada sacerdote está llamado a ser otro Cristo en medio de los hombres y solo lo puede lograr si es capaz de inmolarse a sí mismo y esto lo realiza en el ejercicio de su ministerio sacerdotal, “Ser sacerdote significa ser ministro de Jesucristo, llamado a desempeñar el sagrado ministerio del Evangelio, para que sea grata la oblación de los pueblos, santificada por el Espíritu Santo. Pues por el mensaje apostólico del Evangelio se convoca y congrega el Pueblo de Dios, de forma que, santificados por el Espíritu Santo todos los que pertenecen a este Pueblo, se ofrecen a sí mismos.   Por el ministerio de los presbíteros se consuma el sacrificio espiritual de los fieles en unión del sacrificio de Cristo, Mediador único, que se ofrece por sus manos, en nombre de toda la Iglesia, incruenta y sacramentalmente en la Eucaristía, hasta que venga el mismo Señor. A este sacrificio se ordena y en él culmina el ministerio de los presbíteros. Porque su servicio, que surge del mensaje evangélico, toma su naturaleza y eficacia del sacrificio de Cristo y pretende que todo el pueblo redimido, es decir, la congregación y sociedad de los santos ofrezca a Dios un sacrificio universal por medio del Gran Sacerdote, que se ofreció a sí mismo por nosotros en la pasión, para que fuéramos el cuerpo de tan sublime cabeza"[3].



[1] CONCICLIO ECUMENICO VATICANO II,  Decreto sobre el ministerio y la vida de los presbíteros,                     
Presbyterorum Ordinis, n.3
[2] Ibid. n. 12
[3]  Ibid.

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