EL SACERDOCIO DON Y
MISTERIO
El Beato Juan Pablo
II ha definido el sacerdocio desde su experiencia sacerdotal como “un don y un
misterio que supera infinitamente al hombre”[1].
La vocación es el misterio de la elección divina: el mismo pontífice lo explica
así apoyándose en un texto del Evangelio de San Juan, y un versículo de la cata
a los hebreos. "No me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido
a ustedes, y los he destinado para que vayan y den fruto, y que su fruto
permanezca" (Jn 15, 16). "Y nadie se arroga tal
dignidad, sino el llamado por Dios, (Hb 5, 4)”[2].
En 1996, en un mensaje del Papa Juan
Pablo II a los sacerdotes el jueves santo, les decía: “El sacerdocio es una
vocación, una vocación particular. La Carta a los Hebreos se refiere al
sacerdocio del Antiguo Testamento, para llevar a la comprensión del misterio de
Cristo sacerdote. «Tampoco Cristo se apropió la gloria del Sumo Sacerdocio,
sino que la tuvo de quien le dijo: ...Tú eres sacerdote para siempre, a
semejanza de Melquisedec» (5, 5-6)”[3]. El sacerdocio ministerial es el don más
precioso que Dios pueda darle a una persona y a una comunidad porque los
sacerdotes tienen la potestad de
“ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados, y desempeñar públicamente,
en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres”[4].
[1] JUAN PABLO II, Don
y Misterio, en el quincuagésimo aniversario de mi sacerdocio, Madrid 1996,
17.
[2] Ibid. 1
[3] JUAN PABLO II, Cartas
a los sacerdotes, 17 de Marzo de 1996, España 2005, Pag. 149.
[4] CONCICLIO ECUMENICO VATICANO II, Decreto sobre el ministerio y la vida de los
presbíteros,
Presbyterorum Ordinis, n.2
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